
Cada año, millones de animales son mutilados, intoxicados, electrocutados y
quemados en experimentos. Se suele argumentar que estos sacrificios son en
nombre de la ciencia, pero la verdad es que la mayoría se producen en la
industria bélica, cosmética y en colegios y universidades. Aun en los laboratorios
farmacéuticos, los experimentos con animales producen más daños que beneficios.
Existen medicamentos que salieron a la venta después de haber sido probados en
animales y que han causado enfermedades y malformaciones en los seres humanos.
Somos muy diferentes, sólo idénticos en una cosa: la capacidad de sufrir.
Millones de conejos, cobayos, ratones y pequeños mamíferos son utilizados para
probar los artículos del hogar y los productos cosméticos. Procter &
Gamble, Colgate-Palmolive y Unilever están entre las empresas más crueles que
experimentan en animales. En Chile, el bioterio de primates de la Universidad
Católica mantiene en encierro a más de cien monos utilizados para la
experimentación, a los que someten a circunstancias de extremo sufrimiento, como
dolor físico, estrés, aislamiento y hacinamiento. Existen alternativas
científicas válidas, respaldadas por el avance tecnológico y que no utilizan
animales, por lo que son más seguras, precisas, baratas, éticas y sin ningún
efecto colateral.
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